viernes, 9 de octubre de 2009

Eucarist�a

Eucarist�a: "Eucarist�a
45,1 - 52,2



45.- JESUCRISTO EST� AHORA GLORIOSO EN EL CIELO Y EN EL SAGRARIO.

45,1. Jesucristo es Dios y Hombre verdadero. Como Dios est� en todas partes. Como Hombre est� solamente en el cielo y en el sagrario, en el Sacramento de la Eucarist�a.

La eucarist�a es la �ltima prueba del amor de Dios a los hombres. Amar es dar: Dios nos lo ha dado todo con la CREACI�N. Amar es comunicarse: Dios se nos ha comunicado con la REVELACI�N. Amar es hacerse semejante al amado: Dios se ha hecho uno de nosotros en la ENCARNACI�N. Amar es sacrificarse por el amado: Dios nos ha dado su vida en la REDENCI�N. Amar es obsequiar al amado: Dios nos da el supremo bien de la SALVACI�N. Amar es acompa�ar al amado: Dios se ha quedado, PARA SIEMPRE, a nuestro lado en la EUCARIST�A.


El sagrario es lo principal de la iglesia; aunque a veces no est� en el altar mayor. El sagrario es una especie de casita, con su puerta y con su llave. All� est� Jesucristo , y por eso, al lado hay encendida una lamparita. Siempre que pasemos por delante, debemos poner la rodilla derecha en tierra, en se�al de adoraci�n, lo mismo si est� reservado que si est� expuesto .

45,2. Las im�genes merecen nuestra veneraci�n y respeto porque est�n en lugar del Se�or, de la Virgen y de los Santos, a quienes representan. Son sus retratos, sus estatuas. Pero lo que hay en el sagrario no es un retrato o estatua de Jesucristo, sino el mismo Jesucristo , vivo, pero glorioso: como est� ahora en el cielo.

Las im�genes no se adoran, se veneran.

Adorar es poner un �dolo en el lugar de Dios, remplaz�ndolo. La adoraci�n s�lo es para Dios. Venerar es reconocer el valor que tiene para m� alguien o algo, por lo cual merece nuestro respeto. Yo venero a mis padres y a mi patria, pero no por eso los adoro. Adoro s�lo a Dios.

A Jesucristo , en el sagrario, s� lo adoramos. Adoraci�n consiste en tributar a una persona o cosa honores de Dios. Se llama culto de latr�a . Se diferencia del culto de dul�a que consiste en la veneraci�n que se tributa a todo lo que no es Dios, pero se relaciona con �l (im�genes, reliquias, etc.). A los santos se les tributa culto de dul�a, que es de intercesi�n ante Dios.
La adoraci�n s�lo se tributa a Dios . El doblar la rodilla tiene distintos significados, seg�n la voluntad del que lo hace: ante la Eucarist�a es adoraci�n, ante una imagen es veneraci�n, ante los reyes es reverencia. La veneraci�n de las im�genes no va dirigida a la materia de la que est� hecha (piedra, madera, lienzo o papel) sino a la persona a la que representa . Cuando t� besas la foto de tu madre, tu beso no se dirige al papel fotogr�fico sino a tu madre en persona.
La idolatr�a se dirige a la imagen misma.
Dice el Concilio II de Nicea: el honor tributado a la imagen va dirigido a quien est� representado en ella .
El Dios del Antiguo Testamento no ten�a cuerpo. Era invisible. No se le pod�a representar por im�genes. Las im�genes de aquel tiempo eran �dolos. Pero desde que Cristo se hizo la imagen visible del Dios invisible , como dice San Pablo , es l�gico que lo representemos para darle culto(562a) .
Los textos de la Biblia que proh�ben hacer im�genes(563) son para los del Antiguo Testamento, por el peligro que ten�an de caer en la idolatr�a como los pueblos vecinos que adoraban los ídolos como si fueran dioses. Ese peligro no existe actualmente. por eswo el mandato ya no vale hoy d�a; como tampoco valen otras leyes del Antiguo Testamento, por ejemplo, la circuncisi�n , y la pena de muerte para los ad�lteros.
El Nuevo Testamento perfecciona el Antiguo .
Los textos del Nuevo Testamento que hablan de los �dolos, se refieren a aut�nticos �dolos adorados por paganos, pero no a simples im�genes.
Por eso el Concilio Ecum�nico de Nicea del a�o 787, justific� el culto de las sagradas im�genes.
Las im�genes son la Biblia del pueblo. Dec�a San Gregorio Magno : Las im�genes son �tiles para que los iletrados vean en ellas lo que no son capaces de leer en los libros.
Los Testigos de Jehov� , hasta el saludo a la bandera nacional lo consideran como un acto de idolatr�a . Esto es absurdo.

45,3. Es muy importante que consideres a Jesucristo en el sagrario, no como una cosa, sino como una Persona que siente, que ama, que te est� esperando. Jesucristo est� en el sagrario, deseando que vayamos a visitarle. Debemos ir con frecuencia a contarle nuestras penas y necesidades, y a pedirle consuelo y ayuda.
Es muy buena costumbre entrar a saludar a Jesucristo al pasar por delante de una iglesia, al menos una vez al d�a. Aunque sea brevemente. Por mucha prisa que tengas puedes entrar un momento y decir:
Se�or:
Yo creo que est�s aqu� presente en el Sant�simo Sacramento de la Eucarist�a.
Te adoro con todo mi coraz�n, como al �nico Dios verdadero.
Te amo sobre todas las cosas.
Te doy gracias por todos los beneficios que de Ti he recibido.
Te pido por todo por todas mis intenciones.
Te ruego que me ayudes en todo lo que necesite. Am�n.
No has tardado ni un minuto.

Y si tienes tiempo, podrías decir: Señor, lo necesito todo; pero no te pido nada. Vengo a estar contigo.


Algunas veces, se hace la exposici�n del Sant�simo Sacramento. Los fieles se arrodillan ante �l para adorar al Se�or, darle gracias por su amor, y pedirle su ayuda. Al final de la exposici�n, se da la bendici�n con el Sant�simo a los fieles: entonces, es el mismo Cristo quien les bendice y derrama sobre ellos sus gracias.

46.- JESUCRISTO ESTA REAL Y VERDADERAMENTE PRESENTE EN EL SAGRARIO, AUNQUE ENCUBIERTO BAJO APARIENCIAS DE PAN, EN LA HOSTIA CONSAGRADA.

47.- JESUCRISTO TAMBI�N EST� ENCUBIERTO BAJO APARIENCIAS DE VINO EN EL C�LIZ CONSAGRADO.

47,1. En la Eucarist�a permanecen el olor, color y sabor del pan y del vino; pero su substancia se ha convertido en el Cuerpo y en la Sangre de Jesucristo.

Esta conversi�n se llama transubstanciaci�n. Es el tr�nsito de una cosa a otra. Cesan las sustancias del pan y el vino porque suceden en su lugar el cuerpo y la sangre de Cristo. La transubstanciaci�n es una conversi�n milagrosa y singular, distinta de las conversiones naturales. Porque en ella tanto la materia como la forma del pan y del vino se convierten, en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. S�lo los accidentes permanecen sin cambiar: seguimos viendo el pan y el vino pero substancialmente ya no lo son, porque en ellos est� realmente el cuerpo, sangre, alma y divinidad de Cristo.


Substancia es aquello por lo cual algo es lo que es. Lo que hay de permanente en el ser, por lo cual subsiste. No lo que es transitorio y accidental, que no es esencial y constante, y que necesita una substancia donde residir: como son el color, el olor y el sabor .

Cristo est� presente en el sacramento del altar por transustanciarse toda la sustancia de pan en su cuerpo, y toda la sustancia de vino en su sangre.

47,2. La Hostia, antes de la Consagraci�n, es pan de trigo. La Hostia, despu�s de la Consagraci�n, es el Cuerpo de Jesucristo , con su Sangre, su Alma y su Divinidad. Del pan s�lo quedan las apariencias, que se llaman especies sacramentales.

47,3. En el c�liz, antes de la Consagraci�n, hay vino de uva. En el c�liz, despu�s de la Consagraci�n, est� la Sangre de Cristo , con su Cuerpo, su Alma y su Divinidad. Del vino s�lo quedan las apariencias, que se llaman especies sacramentales.
Jesucristo en raz�n de su �nica Persona est� entero en cada una de las dos especies sacramentales; por eso, para recibirlo, no es necesario comulgar bajo las dos especies de pan y vino: basta cualquiera de las dos para recibirlo entero .

47,4. La palabra griega �soma� en la antropolog�a hebrea significa cuerpo en su totalidad; no en contraposici�n con la sangre. Igualmente la palabra �aima� (sangre) significa lo que es el hombre en su totalidad. Cristo repite la misma idea para confirmarla, para remacharla. Es un paralelismo llamado �clim�tico� muy frecuente en el modo de hablar hebreo.



47,5. Cristo en la eucarist�a est� vivo, resucitado. �No se trata de una venerable reliquia, como ser�a el cuerpo muerto de Cristo; sino de Jes�s vivo -como dice San Juan- pan vivo(563a) . Y por ello vivificante. Comer el cuerpo vivo y resucitado de Jes�s nos llevar� a nosotros mismos a la resurrecci�n final gloriosa� . �El que come mi carne y bebe ni sangre tiene la vida eterna y yo lo resucitar� en el �ltimo d�a�(563b) .

48.- EL PAN Y EL VINO SE CONVIERTEN EN EL CUERPO Y EN LA SANGRE DE JESUCRISTO EN LA SANTA MISA POR LAS PALABRAS QUE EL SACERDOTE DICE EN EL MOMENTO DE LA CONSAGRACION, PUNTO CENTRAL DE LA MISA

48,1. Por eso las normas lit�rgicas dicen que durante la consagraci�n los fieles deben ponerse de rodillas, si no hay motivo razonable que lo impida. Y as� lo han recordado varios obispos.
En la elevaci�n podr�as decir en silencio: �Se�or m�o y Dios m�o, que tu santa redenci�n consiga mi salvaci�n eterna y la de todos los que han de morir hoy. Am�n�.

49.- Jesucristo instituy� la Eucarist�a para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz, y alimentar nuestras almas para la vida eterna.

49,1. En su Ultima Cena, Jesucristo , instituy� el sacrificio eucar�stico de su Cuerpo y de su Sangre.
Jes�s ofreci� aquel d�a en el cen�culo el mismo sacrificio que iba a ofrecer pocas horas m�s tarde en el calvario: con anticipaci�n, se entreg� por todos los hombres bajo las apariencias de pan y vino.

La palabra sacrificio viene del lat�n, �sacrum facere� : hacer sagrado. Ofrezco algo a Dios y lo sacralizo. El pan y el vino son fruto del trabajo del hombre, que los saca del trigo y de la uva, y se los ofrece a Dios como s�mbolo de su entrega. Y Dios nos los devuelve como alimento, convertido en el Cuerpo y Sangre de Cristo, y as� nos hacemos Cuerpo M�stico de Cristo. �l nos hace suyos. Sobre la fecha de la �ltima Cena discrepan los autores. Lo m�s frecuente es situarla el Jueves Santo. Pero algunos autores piensan que tuvo lugar el Martes Santo pues hab�a dos calendarios distintos para celebrar la Cena Pascual. Situ�ndola el Martes Santo hay m�s tiempo para el desarrollo de los acontecimientos que tuvieron lugar entre Getseman� y el Calvario. �Cristo habr�a comido la Pascua el martes por la tarde, habr�a sido apresado el mi�rcoles, y crucificado el viernes�.


Con las palabras �haced esto en memoria m�a�(564), Jes�s dio a los Ap�stoles y a sus sucesores el poder y el mandato de repetir aquello mismo que �l hab�a hecho: convertir el pan y el vino, en su Cuerpo y en su Sangre, ofrecer estos dones al Padre y darlos como manjar a los fieles.

49,2. Jesucristo est� en todas las Hostias Consagradas entero en cada una de ellas . Aunque sea muy peque�a. Tambi�n un paisaje muy grande se puede encerrar en una fotograf�a much�simo m�s peque�a. No es lo mismo; pero esta comparaci�n puede ayudar a entenderlo.
La presencia de Cristo en la Eucarist�a es inextensa, es decir, todo en cada parte. Esto no repugna filosóficamente. Por eso al partir la Sagrada Forma, Jesucristo no se divide, sino que queda entero en cada parte, por peque�a que sea . Lo mismo que cuando uno habla y le escuchan dos, aunque vengan otros dos a escuchar, tambi�n oyen toda la voz. La voz se divide en doble n�mero de o�dos, pero sin perder nada. Esta comparaci�n, que es de San Agust�n , puede ayudar a entenderlo.
Todo esto es un gran misterio, pero as� lo hizo Jesucristo que, por ser Dios, lo puede todo. Lo mismo que, con su sola palabra hizo milagros as�, con su sola palabra, convirti� el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre cuando dijo: �Esto es mi Cuerpo..., �ste es el c�liz de mi Sangre...�(565).
En otra ocasi�n dijo: �Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida�(566). Y los que oyeron estas palabras las entendieron en su aut�ntico sentido; por eso no pudieron contenerse y dijeron �dura es esta doctrina�(567). Los disc�pulos que las oyeran las entendieron de modo real, no simb�lico. Por eso dice San Juan que cuando le oyeron esto a Jes�s algunos, escandalizados, le abandonaron diciendo: esto es inaceptable . Les sonaba a antropofagia. Si lo hubieran entendido en plan simb�lico no se hubieran escandalizado.
El mismo San Pablo tambi�n las entendi� as�. Por eso despu�s de relatar la instituci�n de la Eucarist�a a�ade rotundamente: �de manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere este c�liz indignamente, ser� reo del Cuerpo y de la Sangre del Se�or�(568).

Si la presencia eucar�stica fuera s�lo simb�lica, las palabras de San Pablo ser�an excesivas. No es lo mismo partir la fotograf�a de una persona que asesinarla.


Por todo esto los cat�licos creemos firmemente que en la Eucarist�a est� el verdadero Cuerpo y la verdadera Sangre de Jesucristo . Las interpretaciones simb�licas y aleg�ricas de los no cat�licos son inadmisibles.
La presencia de Cristo en la Eucarist�a es real y substancial .
El sentido de las palabras de Jes�s no puede ser m�s claro. Si Jesucristo hablara simb�licamente, habr�a que decir que sus palabras son enga�osas. Hay circunstancias en las que no es posible admitir un lenguaje simb�lico. Qu� dir�as de un moribundo que te promete dejarte su casa en herencia y lo que luego te dejara fuera una fotograf�a de ella� Si no queremos decir que Jesucristo nos enga��, no tenemos m�s remedio que admitir que sus palabras sobre la Eucarist�a significan realmente lo que expresan.
La Biblia de los Testigos de Jehov� traduce falsamente en el relato de la Cena: �esto significa mi Cuerpo�. Sin embargo, todos los manuscritos y versiones, sin excepci�n, traducen �esto es mi Cuerpo�(569). No es lo mismo el verbo �ser� que el verbo �significar�.
La bandera significa la Patria, pero no es la Patria.
Es cierto que nosotros no podemos comprender c�mo se convierten el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo ; pero tampoco comprendemos c�mo es posible que la fruta, el pan, un huevo, un tomate o una patata se conviertan en nuestra carne y en nuestra sangre, y sin embargo esto ocurre todos los d�as en nosotros mismos. Claro que la transformaci�n que sufren los alimentos en nuestro est�mago es del orden natural, en cambio la transubstanciaci�n del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo es de orden sobrenatural y misterioso.
Este misterio se llama Sant�simo Sacramento del Altar y, tambi�n, la Sagrada Eucarist�a.

49,3. La presencia de Cristo en la Eucarist�a est� confirmada por varios milagros eucar�sticos que, ante las dudas del sacerdote celebrante u otras circunstancias, las especies sacramentales se convirtieron en carne y sangre humana, como consta por los ex�menes cient�ficos realizados en los milagros de Lanciano, Casia y otros(570).
Puede ser interesante mi v�deo: �El Santo Grial de Valencia y milagros eucar�sticos�, donde presento las razones que nos permiten afirmar con fundamento que el Santo C�liz de Valencia es el mismo que utiliz� Jesucristo en la Ultima Cena, y relato los milagros eucar�sticos de los Corporales de Daroca, La Sagrada Forma de El Escorial, El Milagro de los peces de Alboraya (Valencia) y la carne eucar�stica de Lanciano (Italia), analizada recientemente.por cient�ficos.

50.- La Misa es el acto m�s importante de nuestra Santa Religi�n, porque es la renovaci�n y perpetuaci�n del sacrificio de Cristo en la cruz.

50,1. En la Misa se reactualiza el sacrificio que de su propia vida hizo Jesucristo a su Eterno Padre en el calvario, para que por sus m�ritos infinitos nos perdone a los hombres nuestros pecados, y as� podamos entrar en el cielo. En la Misa se hace presente la redenci�n del mundo. Por eso la Misa es el acto m�s grande, m�s sublime y m�s santo que se celebra cada d�a en la Tierra.
Dec�a San Bernardo : el que oye devotamente una Misa en gracia de Dios merece m�s que si diera de limosna todos sus bienes .
O�r una Misa en vida aprovecha m�s que las que digan por esa persona despu�s de su muerte.
Con cada Misa que oigas aumentas tus grados de gloria en el cielo.
La �nica diferencia entre el sacrificio de la Misa y el de la cruz est� en el modo de ofrecerse : en la cruz fue cruento (con derramamiento de sangre) y en la Misa es incruento (sin derramamiento de sangre), bajo las apariencias de pan y vino. �Los sacrificios de la Ultima Cena, el de la Cruz y el del altar, son id�nticos�(571).
Todos los fieles que asisten al Sacrificio Eucar�stico lo ofrecen tambi�n al Padre por medio del sacerdote, quien lo realiza en nombre de todos y para todos hace la Consagraci�n .

�No hay sacrificio eucar�stico posible sin sacerdote celebrante. (...) El �nico designado por Cristo para convertir el pan y el vino en el Cuerpo y Sangre del Se�or, mediante la pronunciaci�n de las palabras de la consagraci�n, es el sacerdote�# .


A los hombres nos gusta celebrar los grandes acontecimientos:
bautizos, primeras comuniones, bodas, aniversarios, etc. Estas celebraciones suelen consistir en banquetes. La Eucarist�a es un banquete para conmemorar la Ultima Cena. Los cristianos nos reunimos para participar, con las debidas disposiciones, en el banquete eucar�stico.

50,2. Hay quienes dicen que no van a Misa porque no sienten nada.
Est�n en un error. Las personas no somos animales sentimentales, sino racionales . . El cristianismo no es cuesti�n de emociones, sino de valores. Los valores est�n por encima de las emociones y prescinden de ellas. Una madre prescinde de si tiene o no ganas de cuidar a su hijo, pues su hijo es para ella un valor. Quien sabe lo que vale una Misa, prescinde de si tiene ganas o no. Procura no perder ninguna, y va de buena voluntad.
Para que la Misa te sirva basta con que asistas voluntariamente, aunque a veces no tengas ganas de ir. La voluntad no coincide siempre con el tener ganas. T� vas al dentista voluntariamente, porque comprendes que tienes que ir; pero puede que no tengas ningunas ganas de ir.
Algunos dicen que no van a Misa porque para ellos eso no tiene sentido. C�mo va a tener sentido si tienen una lamentable ignorancia religiosa� A nadie puede convencerle lo que no conoce. A quien carece de cultura, tampoco le dice nada un museo. Pero una joya no pierde valor porque haya personas que no saben apreciarla. Hay que saber descubrir el valor que tienen las cosas para poder apreciarlas.
Otros dicen que no van a Misa porque no les apetece, y para ir de mala gana, es preferible no ir. Si la Misa fuera una diversi�n, ser�a l�gico ir s�lo cuando apetece. Pero las cosas obligatorias hay que hacerlas con ganas y sin ganas. No todo el mundo va a clase o al trabajo porque le apetece. A veces hay que ir sin ganas, porque tenemos obligaci�n de ir. Que uno fume o deje de fumar, seg�n las ganas que tenga, pase.Pero el ir a trabajar no puede depender de tener o no ganas. Lo mismo pasa con la Misa. Ojal� vayas a Misa de buena gana, porque comprendes que es maravilloso poder mostrar a Dios que le queremos, y participar del acto m�s sublime de la humanidad como es el sacrificio de Cristo por el cual redime al mundo.

Otros se excusan diciendo que el sacerdote predica muy mal. Pero a misa vamos a adorar a Dios, no a o�r piezas oratorias. A prop�sito de esto dice con gracia el P. Mart�n Descalzo: �Dejar la misa porque el sacerdote predica mal es como no querer tomar el autob�s porque el conductor es antip�tico� .

Pero adem�s, la asistencia a la Misa dominical es obligatoria, pues es el acto de culto p�blico oficial que la Iglesia ofrece a Dios.
La Misa es un acto colectivo de culto Dios. Todos tenemos obligaci�n de dar culto a Dios. Y no basta el culto individual que cada cual puede darle particularmente. Todos formamos parte de una comunidad, de una colectividad, del Pueblo de Dios, y tenemos obligaci�n de participar en el culto colectivo a Dios. No basta el culto privado.
El acto oficial de la Iglesia para dar culto a Dios colectivamente, es la Santa Misa. El cumplimiento de las obligaciones no se limita a cuando se tienen ganas. Lo sensato es poner buena voluntad en hacer lo que se debe.
El cristianismo es una vida, no un mero culto externo. El culto a Dios es necesario, pero no basta para ser buen cristiano.
La asistencia a Misa es sobre todo un acto de amor de un hijo que va a visitar a su Padre: por eso el motivo de la asistencia a Misa debe ser el amor.
Muchos cristianos no caen en la cuenta del valor incomparable de la Santa Misa. Le o� decir a un sacerdote, que hablaba del valor de la Misa, que si a �l le ofrecieran un mill�n de pesetas para que un d�a no celebrara la Santa Misa, �l, sin dudarlo, dejar�a el mill�n, no la Misa. Al o�r esto pens� que yo tambi�n har�a lo mismo. Unos d�as despu�s al decir yo esto en unas conferencias que estaba dando en �cija, el mill�n me pareci� poco, y dije: diez, cincuenta, cien, mil millones, ni por todo el oro del mundo dejar�a yo de decir una sola misa. Repartiendo mil millones de pesetas yo podr�a hacer mucho bien:
pues ayudo m�s a la humanidad diciendo una Misa; pues los mil millones de pesetas tienen un valor finito, y la Santa Misa es de valor infinito. �Una sola Misa glorifica m�s a Dios que le glorifican en el cielo por toda la eternidad todos los �ngeles y santos juntos,
incluyendo a la Sant�sima Virgen Mar�a, Madre de Dios�(572) . La raz�n es que la Virgen y los Santos son criaturas limitadas, en cambio la Misa, como es el Sacrificio de Cristo-Dios, es de valor infinito

50,3. Siendo la Santa Misa �reproducci�n incruenta del sacrificio del calvario, tiene los mismos fines y produce los mismos efectos que el sacrificio de la cruz�(573).
La Misa se celebra por cuatro fines :
1 Para adorar a Dios dignamente. Todos los hombres estamos obligados a adorar a Dios por ser criaturas suyas. La mejor manera de adorarle es asistir debidamente al Santo Sacrificio de la Misa.
2 Para satisfacer por los pecados nuestros y de todos los cristianos vivos y difuntos.
3 Para dar gracias a Dios por los beneficios que nos hace: conocidos y desconocidos por nosotros.
4 Para pedir nuevos favores del alma y del cuerpo, espirituales y materiales, personales y sociales.
Para alabar a Dios, para darle gracias por un beneficio, para pedirle un nuevo favor, para expiar nuestros pecados, para aliviar a las almas del purgatorio, etc., etc., lo mejor es o�r Misa.
Por lo tanto, nuestras peticiones, unidas a la Santa Misa tienen mayor eficacia. Pero la aplicaci�n del valor infinito de la Misa depende de nuestra disposici�n interior.

50,4. La Misa se ofrece siempre solamente a Dios , pues s�lo a �l debemos adoraci�n, pero a veces se dice Misa en honor de la Virgen o de alg�n santo, para pedir la intercesi�n de ellos ante Dios.
Una sola Misa, bien o�da, nos aprovecha m�s que mil Misas que nos apliquen despu�s de nuestra muerte.
Muchos cristianos tienen la costumbre de ofrecer Misas por sus difuntos . Es �sta muy buena costumbre, pues una Misa ayuda a un difunto mucho m�s que un ramo de flores sobre su tumba.
Cuando se encargan Misas se suele dar una limosna al sacerdote que la dice para ayudar a su sustento, seg�n quer�a San Pablo(574). Pero de ninguna manera debe considerarse esta limosna como precio de la Misa, que por ser de valor infinito, no hay en el mundo oro suficiente para pagarla dignamente. Lo que se da al sacerdote no es el precio de lo que recibimos, sino que le damos un donativo para ayudar a su sustento con ocasi�n de la ayuda espiritual que �l nos ofrece.

50,5. La Liturgia es la oraci�n p�blica y oficial de la Iglesia.
El Concilio Vaticano II, en la Constituci�n sobre la Sagrada Liturgia, ha recalcado la importancia de la Liturgia en la formaci�n de los cristianos de hoy: �la Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia, y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza�(575). Pero primero dice que �la Sagrada Liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia�(576), y despu�s que �la participaci�n en la Sagrada Liturgia no abarca toda la vida espiritual�(577). �Por eso, junto a la liturgia y con justa autonom�a, han de fomentarse otras expresiones, culturales o no, como la evangelizaci�n, la catequesis, el apostolado, los ejercicios asc�ticos, la acci�n caritativa y social, y la vida de testimonio en el mundo�(578).
La Liturgia en nada se opone, sino al contrario, exige vehementemente un intenso cultivo de la vida espiritual, aun fuera de las acciones lit�rgicas, con todos los medios asc�ticos acostumbrados y conocidos en la tradici�n cristiana .
Hay que tener cuidado de que el despliegue que van alcanzando las celebraciones lit�rgicas comunitarias no se produzca a base de pisar y expropiar su terreno a la piedad y oraci�n privadas.
Porque en tal caso el auge de las celebraciones lit�rgicas ya no estar�a de acuerdo ni con la letra ni con el esp�ritu de la Constituci�n Conciliar sobre la Sagrada Liturgia. Hoy padecemos una hipertrofia del sentido comunitario. Se pretende a veces que lo com�n sobresalga de tal modo que ahogue lo individual. Pero todos los movimientos que en la pendular historia de las ideas han pasado por un m�ximo excesivo, han terminado por reducirse a sus justos t�rminos .
�El hombre tiene un valor inalienable en s� mismo. Aunque �l se salva en comunidad, se salva en virtud de su respuesta individual al llamamiento a participar en la vida de esta comunidad�(579).

51.-LA SAGRADA COMUNI�N ES EL ACTO DE RECIBIR A JESUCRISTO, CON SU CUERPO, SU SANGRE, SU ALMA Y SU DIVINIDAD, BAJO LAS APARIENCIAS DE PAN Y VINO.

51,1. Hay obligaci�n bajo pecado grave, de comulgar una vez al a�o, y en peligro de muerte.
Dice el C�digo de Derecho Can�nico: En peligro de muerte, cualquiera que sea la causa de donde �sta proceda, obliga a los fieles el precepto de recibir la Sagrada comuni�n por Vi�tico .
La obligaci�n de comulgar, que antes era por Pascua Florida, el Nuevo C�digo de Derecho Can�nico, lo expresa as� en el canon 920:
Todo fiel, despu�s de la Primera Comuni�n, est� obligado a comulgar por lo menos una vez al a�o.
Este precepto debe cumplirse durante el Tiempo Pascual, a no ser que por causa justa se cumpla en otro tiempo dentro del a�o . Este Tiempo Pascual comienza en el Triduo Pascual, el Jueves Santo, y termina con el domingo de Pentecost�s. En Espa�a desde 1526 el Cumplimiento Pascual puede cumplirse desde el Mi�rcoles de Ceniza hasta el domingo de la Sant�sima Trinidad

Es evidente que quien no haya hecho el Cumplimiento Pascual a su tiempo debe comulgar en otro momento a lo largo del a�o.

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Para un cristiano, comulgar una vez al a�o es lo m�nimo . La Iglesia desea que los cristianos comulguen m�s a menudo, como lo expresa en el nuevo canon 898: Tributen los fieles la m�xima veneraci�n a la Sant�sima Eucarist�a, tomando parte activa en la celebraci�n del sacrificio august�simo, recibiendo este sacramento frecuentemente.
La comuni�n frecuente puede ser mensual, semanal y mejor a�n diaria.
La mejor devoci�n que podemos tener es la comuni�n diaria en la Santa Misa .
Comulgar es el acto m�s sublime que podemos hacer en la vida, pues es recibir a Dios en nuestro coraz�n. Jesucristo , que por ser Dios es infinitamente sabio y poderoso, no pudo dejarnos cosa mejor. Aunque no se puede ni comparar, podemos decir que con una comuni�n ganamos m�s que si nos toca la loter�a. No es exageraci�n. Es una realidad. Y si lo dudamos, es que no tenemos fe.
Si comulg�ramos m�s, estar�amos acumulando un capitalazo para la eternidad. Sin embargo, una pereza incre�ble nos hace desaprovechar lo m�s grande y f�cil que se nos puede presentar en la vida.
Pero sobre todo, comulgando damos gusto a Jesucristo . Para eso se ha quedado en la Eucarist�a.
A Jesucristo no le bast� hacerse hombre y morir por los hombres. Quiso quedarse para siempre entre nosotros en la Eucarist�a, y hacerse pan para unirse a nosotros en la Sagrada Comuni�n. Por amor a �l comulga lo m�s a menudo que puedas. Dice Cristo que quien comulga, vivir� eternamente .
Pero adem�s, la comuni�n nos es necesaria porque es el alimento del alma que la robustece para la lucha de la vida. Quien no comulga tiene el alma d�bil, y f�cilmente cae en el pecado. Quien comulga a menudo fortifica el alma y encuentra m�s f�cil la victoria contra el pecado.
La comuni�n es el mejor medio de vencer las tentaciones porque debilita nuestras malas inclinaciones, aumenta la gracia santificante y nos preserva del pecado mortal .
Si alguna vez no puedes comulgar sacramentalmente, porque no est�s en condiciones, haz al menos una comuni�n espiritual. La f�rmula de la comuni�n espiritual la tienes en los Ap�ndices.

51,2. Antes de comulgar, debemos prepararnos con reverencia, pensando que el que viene a nosotros -pobres pecadores- es nada menos que Jesucristo , Dios, infinitamente poderoso, Creador del Universo; pero que nos ama tanto, que se ha querido quedar con nosotros en el sagrario para que podamos recibirle.

Si s�lo pudi�ramos comulgar una vez en la vida, �c�mo nos preparar�amos? El poder comulgar con frecuencia no debe ser causa de rutina.


Al comulgar nos empapamos de Cristo como una esponja se empapa de agua . Es m�s, al comer el Cuerpo de Cristo, el alimento espiritual nos transforma a nosotros, y no nosotros al alimento: como cuando comemos comida material. La idea es de Santo Tom�s(580).

�En la eucarist�a, m�s que transformar a Cristo en nuestra sustancia, es �l quien nos transforma en la suya�(580a). .


Ser�a un error privarse de la comuni�n por un sentimiento exagerado de indignidad propia. Para comulgar fruct�feramente basta estar en gracia de Dios. No es necesario ser santo, sino que comulgamos frecuentemente para poder serlo. �La Sagrada Comuni�n nunca la merecemos, pero siempre la necesitamos�
Lo mejor es comulgar en medio de la Misa, pero si no puedes o�r Misa, al menos comulga.
Los sacerdotes tienen obligaci�n de darla a cualquier hora a todos los fieles que la pidan razonablemente.
Cuando vayas a comulgar, ac�rcate al comulgatorio con los brazos cruzados en actitud respetuosa.
Cuando el sacerdote vaya a darte la Sagrada Forma, te dir�: �El Cuerpo de Cristo�. T� le respondes: �Am�n�, y levantas la cabeza, la echas un poco hacia atr�s, abres suficientemente la boca y sacas un poco la lengua por encima del labio inferior para que te deposite en ella a Nuestro Se�or. Es dificil�simo dar la comuni�n a personas que tienen su cabeza inclinada hacia delante, la boca poco abierta y sin sacar la lengua. Hay peligro de que se caiga la Sagrada Forma.
Despu�s, ret�rate a tu puesto. Para tragar con facilidad la Sagrada Forma, deja que se humedezca un poco con la saliva. Si se pega al paladar, despr�ndela con la lengua.
Tambi�n puedes recibir la Sagrada Forma en la mano, poniendo la mano izquierda como bandeja y tomando la Sagrada Forma con la derecha.
Despu�s de comulgar debemos darle gracias durante un ratito por beneficio tan grande, y pedirle por todas nuestras necesidades.
H�blale como a un amigo; p�dele por tu familia, para que todos tengan salud y trabajo, y para que sean buenos y se salven; p�dele por tus amigos, conocidos y compa�eros de trabajo; por tu Patria, el Papa, la Iglesia y los grandes problemas de la Humanidad; y r�zale las oraciones que para despu�s de comulgar te pongo en el Ap�ndice.
Cuando se deshace la Sagrada Forma, Jesucristo ya no est� corporalmente# , pero queda en el alma la gracia santificante, que no se va hasta que se comete un pecado grave. El pecado grave destruye la gracia santificante.

52.- PARA COMULGAR ES NECESARIO ESTAR EN GRACIA DE DIOS Y HABER GUARDADO EL AYUNO EUCARISTICO.

52,1. El ayuno eucar�stico , hoy d�a, se ha reducido a una hora para s�lidos y l�quidos (incluso bebidas alcoh�licas). Este mismo margen hay que dejar para las comuniones de media noche (Misa de Nochebuena).
La hora se entiende aproximadamente. Si faltan cinco o diez minutos,
no importa.
El agua y las medicinas no rompen el ayuno. No importa haberlas tomado incluso un momento antes de comulgar.
El ayuno eucar�stico queda suprimido para los enfermos, aunque no guarden cama, para los fieles de edad avanzada, y para las personas que cuidan enfermos y ancianos o familiares de �stos que desean recibir con ellos la Sagrada Eucarist�a A los enfermos se les puede llevar la comuni�n a cualquier hora del d�a o de la noche . Y a juicio del Obispo, pueden recibir la comuni�n bajo la sola especie de vino, si les cuesta tragar.
Normalmente se suele recibir la comuni�n una vez al d�a. Pero se puede comulgar de nuevo, por segunda vez, cualquier d�a con tal de que sea oyendo misa entera .Pero para comulgar la primera vez del día, no es necesario oír misa.

Tambi�n pueden comulgar por segunda vez en el d�a los que acompa�an al que recibe el vi�tico .
Se puede comulgar sin haber guardado ayuno eucar�stico, en peligro de muerte y para evitar una irreverencia al Sant�simo Sacramento, por ejemplo, en un incendio, en una inundaci�n, en una persecuci�n religiosa, etc. En estos casos, si no hay sacerdote, podr� administrar la comuni�n, a otros y a s� mismo, cualquier seglar que est� en estado de gracia. Si uno no est� en gracia, que haga un acto de contrici�n.

52,2. Adem�s del ayuno, para comulgar hay que estar en gracia de Dios.
Cuando tenemos la desgracia de cometer un pecado grave, ya no estamos en gracia de Dios; por lo tanto, as� no podemos comulgar; y si comulgamos sabiendo que estamos en pecado grave, cometemos un pecado tremendo que se llama sacrilegio . Dice San Pablo que quien comulga indignamente �se traga su propia condenaci�n�(581). Aunque con un acto de contrici�n perfecta -como luego diremos- se perdonan los pecados, con todo, quien tiene conciencia de estar en pecado grave no puede comulgar sin antes confesarse, a no ser por causa grave . As� lo manda la Santa Iglesia, en el C�digo de Derecho Can�nico .
Causa grave es aquella necesidad moral que, si no se atiende, nos produce un grave perjuicio; como ser�a el que los dem�s adviertan que estamos en pecado mortal. Por eso, si despu�s de acercarte a comulgar te das cuenta que est�s en pecado grave, no es necesario que retrocedas: puedes comulgar haciendo antes un acto de contrici�n, con prop�sito de confesarte despu�s . Si tienes duda de estar en gracia, puedes comulgar haciendo antes un acto de contrici�n . Como te explico en el n 84 , puedes hacer un acto de contrici�n en tres palabras: Dios m�o, perd�name.
Juan Pablo II afirm� que la confesi�n es imprescindible para quien tiene conciencia de pecado grave y quiere acercarse a la comuni�n. El Papa dijo que la preparaci�n penitencial del comienzo de la Santa Misa no es suficiente para que pueda comulgar el que tenga conciencia de pecado grave.
No es necesario confesarse cada vez que uno comulga, a no ser que se tenga sobre la conciencia alg�n pecado grave. Dijo Juan Pablo II el 30 de enero de 1981: �est� y estar� vigente siempre en la Iglesia la norma, establecida por San Pablo y por el mismo Concilio de Trento, por la cual a la digna recepci�n de la Eucarist�a se debe anteponer la confesi�n de los pecados, cuando uno es consciente de pecado grave�(582).Los que creen estar en gracia de Dios, pueden acercarse a comulgar sin confesarse previamente. Sin embargo, es muy recomendable hacer siempre un acto de contrici�n perfecta antes de acercarse a comulgar. Sobre el acto de contrici�n te hablo en los n�ms. 80-84.

(562a) -NUEVO CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, 1159ss, 2129ss.
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(563) - �xodo, 20:4

(563a) - Evangelio de San Juan, 6:51



(563b) - Evangelio de San Juan, 6:54
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(564) - Evangelio de San Lucas, 22:19
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(565) - Evangelio de San Mateo, 26:26ss
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(566) - Evangelio de San Juan, 6:56
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(567) - Evangelio de San Juan, 6:61
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(568) - SAN PABLO: Primera Carta a los Corintios, 11:27ss
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(569) - G. HERBERT, S.I.: Los Testigos de Jehov�, su historia y su doctrina, III, 3. a. Ed. PPC. Madrid, 1973. �ste es uno de los mejores libros para refutar con profundidad los errores de los Testigos de Jehov�.
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(570) - BOB-PENNY LORD: Milagros de la Eucarist�a, I, V, XV. Librer�a Ni�o Jes�s. San Jorge 357, Santurce. Puerto Rico
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(571) - ANTONIO ROYO MAR�N, O.P.: Teolog�a Moral para Seglares, 2�, 2�, III, 98. Ed. BAC. Madrid
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(572) - ANTONIO ROYO MAR�N, O.P.: Teolog�a de la Perfecci�n Cristiana n� 235. Ed. BAC. Madrid
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(573) - ANTONIO ROYO MAR�N, O.P.:Teolog�a Moral para Seglares,2�, 2�, III,n�100.Ed.BAC. Madrid
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(574) - SAN PABLO: Primera Carta a los Corintios, 9:13s
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(575) - Concilio Vaticano II: Sacrosantum Concilium: Constituci�n sobre la Sagrada Liturgia, n� 10
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(576) - Concilio Vaticano II: Sacrosantum Concilium: Constituci�n sobre la Sagrada Liturgia, n� 9
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(577) - Concilio Vaticano II: Sacrosantum Concilium: Constituci�n sobre la Sagrada Liturgia, n� 12
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(578) - Documento de la Comisi�n Episcopal de Liturgia del 1-XI-1987
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(579) - Pastoral Colectiva de los Obispos de los EE.UU.: Revista ECCLESIA n� 1376(3-II-68)
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(580) - SANTO TOM�S in 4 Sent. Dist. 12 q. 2, a,
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(580a) - HANS URS VON BALTHAR. Puntos centrales de la fe, 2�, VIII, 2. Ed. BAC.

Madrid. 1985.
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(581) - SAN PABLO: 1� Carta a los Corintios, 11:27ss
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(582) - Revista ECCLESIA, 2018 (14-II-81)8.

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