sábado, 3 de octubre de 2009

dios


Lecturas Bíblicas semana del 20 de septiembre del 2009



Salmo Responsorial

Salmo 53, 3–6

R. ¡Nuestra ayuda está en el Nombre del Señor!

3Dios mío, sálvame por tu Nombre, defiéndeme con tu poder, 4Dios mío, escucha mi súplica, presta atención a las palabras de mi boca. R.

5Porque gente soberbia se ha alzado contra mí, hombres violentos atentan contra mi vida, sin tener presente a Dios. R.

6Pero Dios es mi ayuda, el Señor es mi verdadero sostén. 8Te ofreceré un sacrificio voluntario, daré gracias a tu Nombre, porque es bueno. R.



Primera Lectura

Lectura de la carta del apóstol Santiago 3, 16 – 4, 3

Un fruto de justicia se siembra pacíficamente para los que trabajan por la paz

316Porque donde hay rivalidad y discordia, hay también desorden y toda clase de maldad. 17En cambio, la sabiduría que viene de lo alto es, ante todo, pura; y además, pacífica, benévola y conciliadora; está llena de misericordia y dispuesta a hacer el bien; es imparcial y sincera. 18Un fruto de justicia se siembra pacíficamente para los que trabajan por la paz. 41¿De dónde provienen las luchas y las querellas que hay entre ustedes? ¿No es precisamente de las pasiones que combaten en sus mismos miembros? 2Ustedes ambicionan, y si no consiguen lo que desean, matan; envidian, y al no alcanzar lo que pretenden, combaten y se hacen la guerra. Ustedes no tienen, porque no piden. 3O bien, piden y no reciben, porque piden mal, con el único fin de satisfacer sus pasiones.

Evangelio

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 9, 30–37

El Hijo del hombre va a ser entregado. El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos

30Al salir de allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie lo supiera, 31porque enseñaba y les decía: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará". 32Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas. 33Llegaron a Cafarnaúm y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: "¿De qué hablaban en el camino?". 34Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande. 35Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: "El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos". 36Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: 37"El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado".

Comentario:

Este es el segundo anuncio de la pasión en el evangelio de San Marcos, y queda flotando una pregunta: ¿Por qué eligió Dios el camino del sufrimiento para salvarnos?

Para todos es sabido que Dios es omnipotente, todopoderoso, que con solo desearlo nos hubiera salvado, o, como dice el Centurión de Mateo 8, 8: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará”. La palabra de Dios tiene tanto poder que no hace falta nada más...

Sin embargo, la pasión y muerte de Jesús es lo que Dios quiere, “porque Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna” (Jn 3, 16). Subrayemos entregó, porque refuerza la idea de Mc 9, 31: “va a ser entregado en manos de los hombres...”. Dios es quien entrega a Jesús a la muerte, a la destrucción. El camino de Dios puede parecernos un tanto complicado pero, desde otra perspectiva, es más entendible:

Presuponemos que Dios nos ha creado por amor, 1 Jn 4, 8: “Dios es amor”, el amor siempre es expansivo, como la “vida”, tiende a comunicarse, a mantenerse siempre “fluyendo”, y en una increíble “bio-diversidad”, derrocha existencia por todos lados. El amor siempre se expande, siempre crea... “Dios es amor” y de modo natural se extiende (todo lo contrario del miedo que contrae, guarda, conserva, mezquina), esa expansión gozosa le lleva a crear, y como creación es “muy buena” (ver Génesis 1, 31), Dios culmina haciendo al hombre. Podríamos imaginar que Dios no quiso equivocarse, ni siquiera arriesgarse a la más mínima imperfección de su más reciente y amada creación. Si bien toda la precedente creación la hizo de una vez, sin modelos ni planos, esta última la realiza utilizando una guía, Dios no quiere experimentar con el ser humano, ¡nada de teoría, vamos a lo concreto! Por eso: “Dios dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza... Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer” (Gn 1, 26. 27). Dios no quiso equivocarse con el hombre, tomó su imagen para hacerlo muy bien y darle vida.

La Palabra nos muestra cómo, en su libertad, el ser humano no supo elegir, se dejó llevar por la apariencia burbujeante de sus sueños y, ebrios del alcohol de Satanás, empezaron a ver doble lo que en realidad era uno, e hicieron complicado lo que Dios creó sencillo... Desde Adán y Eva hay en nosotros una tendencia al miedo que contrae y mezquina, ambiciona y se apropia, tan contraria a la tendencia divina que expande y da, se esperanza y entrega.

¿Qué podía hacer Dios? Lo que siempre hizo. Entregar. Casi pareciera que Dios prefiere morir, desaparecer antes que perdernos, antes que estar sin nosotros. Entonces el Amor se hizo hombre y vino a arreglar lo que nosotros, calcados a su imagen y semejanza, fragmentamos con nuestros temores y egoísmos.

Los discípulos se fragmentaban discutiendo sobre quién era el más grande (Mc 9, 34), en ellos la ambición provoca la división que amenaza con des-integrarlos. La búsqueda de la grandeza personal les está llevando a la dura realidad de la pelea (discutiendo) y en un silencio culpable (ellos callaban) reciben la enseñanza de Jesús.

Dice Marcos que Jesús se sienta (9, 35), precisamente dice: “Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo”. Imaginemos la escena:

- Entonces: a propósito de..., podríamos decir nosotros, parece que Jesús va a reprochar a sus discípulos. Atrae la imagen de Adán escondido con Eva en el jardín luego de pecar, casi podríamos ver a los doce cabizbajos esperando la reprimenda de Jesús.

- Sentándose: ¿Por qué se habrá sentado el Señor? Percibamos la situación (9, 33) “llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó...” Apenas llegan a la casa, en el mismo instante de ingresar a ella, les dispara la pregunta. ¿Cuánto tiempo se habrá aguantado preguntar eso? En Génesis 3, 9, Dios pregunta a Adán: “- ¿Dónde estás?”, en Génesis 4,9: “El Señor le preguntó a Caín: -¿Dónde está tu hermano Abel?” Ambos responden con evasivas, buscando sacarse la culpa. Jesús pregunta donde nadie puede evadirse, donde nadie puede decir que no lo escuchó, Jesús busca una respuesta, nada de Adanes ni Caínes entre nosotros, ¡vamos a aclarar las cosas sí o sí! La respuesta es el silencio. Los arrogantes y agrandados discípulos que pelean entre ellos para saber quién es el más grande, el más “visible”, ahora se callan, “desparecen” y en un mutismo asombroso (incluso Pedro, que todo lo pregunta o contesta, se calla) hacen el silencio adecuado para que la “Palabra hecha carne” se exprese. Jesús se sienta... lo que va a decir no puede ser obviado y necesita calma y espacio de reflexión.

- Llamó a los Doce: En el contexto en el que estamos es fácil imaginar que Jesús se tomó su tiempo para reflexionar sobre qué les diría a sus “silenciosos” compañeros de casa. ¿Cuánto tiempo habrá pasado desde la pregunta inicial a la enseñanza final? No lo sabemos, pero si los llamó es porque se dispersaron, se “borraron”, y era necesario juntarlos para la gran enseñanza del servicio.

- Y les dijo: Así como la actitud de entrega del Salvador se puede comparar con Adán, la enseñanza del Señor puede ser comparada con la actitud de Caín. “El que quiera ser el primero...” dice el Señor, Jesús no habla de grandezas, sino de primogenituras. Entre los hijos, el más “grande” es el hermano mayor. Caín era el hermano mayor de la familia de Adán y Eva y en vez de “cuidar” a su hermanito, se puso celoso y, entre suspicacias y desconfianzas, prefiere la muerte de su hermano antes que ser “menor” (“último”, diría Jesús) que él. Por eso Jesús insiste en ser el último y el servidor de todos, es una síntesis perfecta de lo que es su propia vida. La presencia del niño le sirve a Jesús como imagen que refuerza gráficamente la enseñanza impartida. Las distintas traducciones en castellano no se ponen de acuerdo si Jesús abraza o acaricia, pero desde la perspectiva de lo que hicieron Caín y los discípulos no hay dudas, en la comunidad de Jesús el AMOR es lo que cuenta, abrazar y acariciar a los más pequeños es lo que tiene que hacer todo creyente y discípulo de Cristo.

En Marcos 9, 37 se cierra el anillo del amor expansivo de Dios: El ser humano debe recibir al AMOR en persona, recibiendo la persona de los más pequeños de la creación. Así, la relación vertical con Dios se hace horizontal, al recibir con abrazos y cariños, la débil fragilidad de los más pequeños, el ser humano se engrandece cuando sirve, en los más desprotegidos y abandonados, en los más frágiles y pequeños, al “Dios de la Vida”.

Quiera Dios que el “Caín” que hay en cada uno de nosotros abrace al “Abel viviente” en los más necesitados; para que así, recibamos plenamente la entrega del Emmanuel -Dios con nosotros- y podamos alcanzar la primacía en el servicio de todos. Amén.



Meditemos:

* ¿En qué cosas quiero ser el “más grande”? ¿Por qué?
* ¿Soy de los que sirven a los más pequeños? ¿Cómo soy lo la gente que más necesita ayuda?

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